martes, 11 de enero de 2011

Infantes














Todos los días la misma rutina. Me pongo a trabajar en mi computadora cerca de la ventana que da a la calle y está junto a la puerta de ingreso a un Jardín de Infantes y guardería. A eso de las nueve y media, hasta las diez y pico de la mañana, el mismo circuito por lo menos unas quince veces. Suena un timbre y a los veinte segundos se siente una puerta que se abre y una maestra jardinera dice: "Hola gordis!!" o "Que hace la preciosa?!!" o "Cómo está mi gordito lindo?" u "Hola!!!, Bienvenidos, Buen día!!!". Todos los  días lo mismo, de lunes a viernes, una hora por mañana, ingresa por mi ventana ese sonido, ese derroche de dulzura, de falso optimismo, de bondad insípida. Después de las melosas frases, la madre, padre o tutor entrega al infante, se cierra la puerta y a los cinco minutos otra vez y otra vez. Los padres después de ese ritual entregan confiados y tranquilos a sus seres queridos.
¿Las maestras jardineras no son seres humanos? ¿No tienen malos días, tristezas, pocas ganas de trabajar o cansancio?
Imagino un Jardín de infantes de esta manera:

Suena el timbre. Se abre la puerta. La maestra abre la puerta medio despeinada y con cara de sueño. La madre la mira y no sabe que hacer.

-- Buen día.-- Dice la madre.
-- Hola...-- dice la maestra.
-- ¿Todo bien Julieta?-- la madre temerosa
-- La verdad que no. Anoche discutí con mi novio. Estoy para el culo. Me duele la cabeza y dormí mal.


¿Les pasan estas cosas a las maestra jardineras? Seguro que sí, como a todos. 
¿Cúantos padres dejarían a sus hijos tranquilos en un lugar en que los reciban de esta manera?
A veces los humanos necesitamos convenciones, que nos mientan, que nos creen un mundo de fantasías sin dolor, agresiones y trsitezas. Mundos que no existen pero en los que creemos.

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