Los fieles rezaron, levantaron plegarias al cielo, se armaron para una guerra santa. Dios escuchó a todos, pensó y dudó. Finalmente se decidió.
Hay algunos pequeños momentos en la vida en que uno se siente orgulloso del lugar en donde vive. Este es uno de ellos.
Gracias a todos los que, desde el estrado o desde el rincón más alejado, lo hicimos posible.
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