domingo, 11 de abril de 2010

Shakespeare

HAMLET.- Esta es la ocasión propicia. Ahora está rezando, ahora le mato... 
(Saca la espada, da algunos pasos en ademán de herirle; se detiene y se retira otra vez hacia la puerta.)

Y así se irá al cielo... ¿Y es ésta mi venganza? No, reflexionemos. Un malvado asesina a mi padre, y yo, su hijo único, aseguro al malhechor la gloria; ¿no es esto, en vez de castigo, premio y recompensa? Él sorprendió a mi padre acabados los desórdenes del banquete, cubierto de más culpas que mayo tiene flores... ¿Quién sabe, sino Dios, la estrecha cuenta que hubo de dar? Pero, según nuestra razón concibe, terrible ha sido su sentencia. ¿Y quedaré vengado dándole a éste la muerte, precisamente cuando purifica su alma, cuando se dispone para la partida? No, espada mía, vuelve a tu lugar, y espera ocasión de ejecutar más tremendo golpe. 
Cuando esté ocupado en el juego, cuando blasfeme colérico, o duerma con la embriaguez, o se abandone a los placeres incestuosos del lecho, o cometa acciones contrarias a su salvación, hiérele entonces; caiga precipitado al profundo, y su alma quede negra y maldita, como el infierno que ha de recibirle.
(Envaina la espada.)
Mi madre me espera. Malvado, esta medicina, que te dilata la dolencia, no evitará tu muerte.



1 comentario:

Esther L. dijo...

Qué grande fue Shakespeare...
Y qué gran obra la del príncipe de Dinamarca...
Me apena no tener suficientes conocimientos de inglés como para leer el texto original, con el lenguaje isabelino intacto, y poder captar todas las sutilezas que sólo los hablantes que conocen a la perfección la lengua son capaces de captar...