lunes, 19 de abril de 2010

Marcha por la ley de medios














Las diferentes agrupaciones, partidos políticos, sindicatos; con sus banderas, bombos y estandartes se encolumnaban detrás de la camioneta que con su propaladora  encabezaba y trataba de ordenar la marcha sobre una avenida Callao a punto de completarse. Mucha gente sin pertenencia, sin banderas ni inscripciones se confundía entre los manifestantes y un poco más adelante partidarios del programa de televisión  y del grupo de facebook 678, uno de los grupos convocantes, se mostraban enfervorizados. El asfalto de la avenida estaba colmado. La vereda de la derecha se utilizaba como corredor para los que querían entrar, salir o adelantarse en la columna humana. A paso presuroso un grupo de muchachos  y chicas de tez morena, india, de la puna, del altiplano, vestidos con sacos blancos acharolados de carnaval y portando banderas muy coloridas de tonos rojizos, anaranjados y amarillos se adelantaban hacía el frente de la columna. La agrupación jujeña barrial Tupac Amaru, en su movimiento tímido, era acompañada por un cerrado aplauso de los porteños blancos, nietos de europeos, que se encontraban sobre la avenida. Banderas más pobres, rudimentarias, realizadas con sábanas y pintura negra identificaban a las radios comunitarias y zonales. Hacia adelante se dejaban ver escritores consagrados, artistas de televisión y teatro, periodistas adeptos a la causa, algunos diputados, dirigentes sociales. Los helicópteros de las cadenas de noticias sobrevuelan la muchedumbre. Cantos alegres, insultos al vicepresidente traicionero, panfletos que vuelan, bocinas, bombos, cornetas, la gente aplaude  y salta consignas contra los monopolios de prensa. La marcha pasa frente al Hotel Bauen, recuperado por sus trabajadores. Las empleadas del hotel en un balcón del primer piso agitan banderas argentinas y la marcha entera las aplaude. Atravesamos Callao, doblamos en Corrientes, más de quince cuadras de personas desfilan hacia el edificio de Tribunales. Los vecinos de la avenida Corrientes se asoman tímidos a espiar entre las cortinas de sus ventanas entrecerradas, algunos travestis salen a sus balcones y bailan como si fuera música disco. Bombas de estruendo, bombas de humo, largas filas de automóviles y ómnibus detenidas hacia los dos costados. Es hora pico, siete y algo de la tarde. La ciudad estalla, su arteria principal, avenida Corrientes está obstruida. Como la sangre la circulación de tránsito se detiene y la ciudad se infarta por todos los costados.
Al final, ya en Tribunales, donde algunas agrupaciones, de esas con oficio, profesionales, llegaron temprano evitando la marcha para colocarse bien cerca del palco y ser tomadas por las cámaras de televisión, la turba como en una desembocadura de un río va bañando la plaza frente al palacio hasta inundarla. Desde el palco se leen adhesiones, se proclaman consignas a favor de la ley de medios audiovisuales, de la pluralidad democrática, del derecho a la información, se defenestra a los monopolios insaciables que  enmudecen otras voces. Habla la representante de Abuelas de Plaza de Mayo, reclama por los nietos desaparecidos. En esta país se puede producir la gran paradoja, el gran cierre del círculo de la historia, el guión cinematográfico perfecto: los herederos del mayor imperio comunicacional de la Argentina, uno de los multimedios más grandes de América, sean hijos de desaparecidos apropiados ilegalmente en la dictadura militar. En una novela resultaría poco verosímil, en la realidad argentina no.
Sube Hebe de Bonafini, de la Madres. Clara, directa, noqueadora. Hebe tiene el gatillo fácil. No sabe de metáforas ni epifanías. Duro al mentón. La muchedumbre pide el knockout y Hebe se lo da.
Cincuenta mil personas, o algo más o algo menos. Hasta las cifras son material de lucha política entre los bandos. Catarsis colectiva. La gente se desconcentra. Las luces del palco se apagan, los ómnibus y los automóviles se ponen en marcha. La arteria se va limpiando. Fluye la sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

una crónica PERFECTA, como haber estado exactamente ahí