lunes, 20 de diciembre de 2010

Envidia.

Algunas veces asomado a mi ventana veo algún viejo trastabillar, a alguna anciana tropezar y caer sentada de culo en la vereda, resignada porque las piernas no aguantan, no dan más, y el cuerpo cae por peso propio a estrellarse contra el suelo mientras peatones ocasionales acuden a socorrerla y la vieja, sentada en la vereda, herida en su orgullo, estira los brazos para que la ayuden a levantarse. Batallas de la vida que empiezan a perderse. El tiempo se aprovecha de las piernas gastadas, viene a cobrar lo que es suyo, lo que ya sabemos como termina.
Esta última semana sin embargo, el tiempo está ansioso, apurado, insaciable. La muerte anda rondando a una hora en la que tendría que estar por otros lados. Perdí un compañero de trabajo el otro viernes que se acostó a dormir y siguió y siguió. Cincuenta y dos años. Este miércoles, el padre de una compañera de estudio de mi hijo, un comerciante, apenas más o apenas menos de cincuenta, se desplomó de un ataque al corazón. Esta mañana me entero leyendo el diario que un actor querible, reconocido, de 57 años, se acostó el sábado a dormir para siempre. Hace casi dos meses el uno, NK, a los sesenta y cuatro dijo basta. El tiempo está apurado. Al sistema no le importa. La historia nos muestra que somos todos reemplazables. Cumplo 46 años este fin de semana y el miedo me alcanza. Es una angustia inexplicable que hasta dificulta el dormir, porque el dormir está significando no despertar. La forma de vida urbana, dar todas las batallas al mismo tiempo y antes de tiempo, la carrera hacía ningún lugar, el apuro para nada. Como decían los abuelos la mala sangre. Hacerse mala sangre. Hacer mala sangre. Hasta que ya no es sangre y nos quedamos sin nada en el tanque. Que absurdo no? Estrellarse así contra la vida en una partida que está perdida de antemano. Me asomo otra vez a la ventana. Ahí van, los viejitos arrastrando los pies, despacio, agarrados de donde pueden, alguna vieja sentada en la vereda con los brazos estirados pidendo ayuda. Como los envidio.

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